Los labios de Sean rozan la parte posterior de mi cuello y chupan una profunda respiración mientras temblores quieren viajar por mis brazos y piernas.
Mis estómago revolotea, es un campo lleno de Monarcas batiendo sus alas.
Aliento caliente cae sobre el lóbulo de mi oreja y un gemido ahogado se aloja entre mis amígdalas y mi lengua. Sean suelta una carcajada seguida de un áspero:
—Alguien me echó de menos.
No tiene idea de cómo ansío su toque cuando no está alrededor.
Ni siquiera puede imaginar la sensación de como mi corazón cuelga pesado, tirándome, agobiándome como un ancla a la deriva en el fondo del mar al segundo que siento que el colchón se hunde y él sale de la cama por la noche.
Y eso es porque nunca sé cuándo o si va a volver.
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