Por supuesto, Riley consigue entrar en la banda. Ella domina los tambores.
Riley pronto se da cuenta de que las otras bandas de rock tienen una dinámica diferente a la de las otras bandas de música, sobre todo cuando cada uno de sus compañeros de banda masculinos tiene un ego enorme y son mujeriegos experimentados.
Dos de ellos coquetean con ella descaradamente.
El otro, un oscuro y sexy Dios del Rock, por lo que no puede evitar sentirse atraída, es una idiota total y la presiona para irse de la banda. Pero ella está decidida a hacer caso omiso de su mala educación y a lo sexy que sea.
Incluso si estuviera interesada en cretinos, enrollarse con él, probablemente la llevaría a ser expulsada de la banda y tocar es lo que la mantiene cuerda. Detrás de los tambores, el mundo y los problemas se evaporan.
Si quiere quedarse en la banda, Riley tiene que hacer caso omiso de las chispas cada vez más fuertes entre ella y su enemigo de banda.
Pero a medida que llega a conocer al hombre detrás del personaje, ignorarle resulta ser imposible.
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